«Nunca en mi vida he tenido problemas en los viajes a países del tercer mundo que he realizado más allá de los normales hasta que decidí comenzar y finalizar mi ruta de un mes por el Amazonas desde Venezuela», relata el profesor de Geografía e Historia del IES Tierra de Pinares, Jesús de Diego López, recién llegado de la capital del país que dirige el «omnipresente» Hugo Chávez. «Mis cuatro días allí fueron un auténtico infierno por el mero hecho de ser español», considera el aventurero antes de aclarar que su única intención al contar su experiencia pasa por «advertir a los futuros turistas de que allí no se puede viajar con garantías de seguridad».
La odisea del docente comenzó el 1 de julio, cuando el vuelo que le llevó desde Barajas aterrizó en el aeropuerto internacional de Caracas. «Un valenciano que vive allí me advirtió ya entonces de los peligros del país para un turista que viaje sólo por culpa de la corrupción policial», recuerda. El aviso le hizo evitar dormir en la capital y decidió ir directamente a Mérida. Nada menos que quince controles policiales superó el autobús en el que viajaba antes de llegar. Las 24 horas siguientes fueron las «únicas tranquilas de mi paso por Venezuela».
Todo se torcería un día después al llegar al paso fronterizo con Colombia por la localidad de San Antonio de Tachira. «Fui hasta allí en taxi y al llegar nos paró un agente de la Policía Federal que me obligó a bajarme y a sacar el equipaje», resume. Luego le llevarían a una comisaría y en ese edificio pasaría «una hora en la que me sometieron a una tortura psicológica durísima». Los agentes le retuvieron el pasaporte y, después de «muchos minutos de interrogatorio absurdo», el profesor descubrió su objetivo: «Sólo querían robarme el dinero». El turista les mostró los 1.300 dólares que llevaba y, pese a todo, le obligaron a bajarse los pantalones en busca de más dinero. No lo tenía. «Al final me pidieron 200 y luego, después de decirles que sólo quería cruzar la frontera, me dejaron ir incomprensiblemente».
«Robado y humillado»
Un susto, pensó el protagonista, quien continuó con su plan de viaje por Colombia, Ecuador, Perú y Brasil antes de volver el 27 de julio a la frontera con Venezuela desde el último país -el avión de vuelta partía de nuevo de Caracas-. «Crucé sin problemas y en la estación de autobuses de Santa Elena de Uairén me volvió a pasar lo mismo con un agente de la Guardia Nacional Bolivariana».
La situación volvía a repetirse esta vez en compañía de un turista alemán. «Temblaba por dentro, pero le mantuve la mirada durante unos minutos y creó que me libré por eso», considera la víctima. A su compañero, pese a que él mismo intentó evitarle el trago con 20 dólares que entregó al agente, acabaron por sustraerle 100 euros. «Salimos humillados y robados y después comprobamos que la situación no se podía denunciar ante nadie». El viajero, de 51 años, prosiguió después su periplo hasta Caracas con «los consabidos controles policiales y militares». Jesús llegó al aeropuerto del día 29 con la intención de adelantar su viaje, programado para el 30, pero comprobó que su «pesadilla todavía no había acabado». Los policías «sacaban a los españoles de la cola de Iberia y algunos volvían llorando». Decidió irse y esconderse «en un hotel sin salir durante un día entero».
El jueves regresó. «Sólo quería irme de allí porque tenía un ataque de ansiedad tremendo», asegura, pero aún tendría que tirar de ingenio. «Me sacaron de la cola y me inventé que daba clases en el instituto de Pedrajas a la hija del cónsul español». Le dejaron irse. «Ya en el avión todavía vi cómo obligaban, incluso, a los pasajeros de otro vuelo a bajarse mientras rodeaban el aparato y lo registraban entero».
El viernes llegó por fin a Barajas. «Me registró las maletas la Guardia Civil y casi les doy un abrazo», concluye Jesús de Diego
No hay comentarios:
Publicar un comentario