viernes, 11 de septiembre de 2009

¡Secuestrados!

ND (10/09(09 - 11:21 pm).- Nuestra forista OlgaK relata un evento personal, íntimo, de un secuestro que le ocurrió hace pocos días en Caracas, sobre el cual sobran las palabras de introducción.

¡Secuestrados!

Venía de negro cerrado. El esposo de mi mejor amiga había fallecido y el regreso del cementerio fue un viaje por una vida de recuerdos y amistad. De pavos, en la aventura de ver crecer a nuestros hijos, las hallacas...

Como siempre, al entrar al sótano del edificio, solté la tensión con la que circulamos en la ciudad insegura. Estaba en casa. Mi casa, mi refugio. Entré pensando que la jornada del entierro el día siguiente sería de una tristeza infinita.

Pensaba también que la Vida nos pone en aprietos difíciles. Apenas 3 días después partiría a Asia a visitar a mi hija menor que, como tantos otros hijos de la patria, ensaya en otras tierras lo que la suya le niega.
La tristeza por la amiga y la ilusión de ver a mi niña, me tironeaban en direcciones contrarias.

Estacioné lentamente, con esa pesadez del duelo. Tomé mi cartera, mis aparatosas llaves, y el bolso que contenía unos regalos para mi hija.

De la nada me vi rodeada por 3 individuos. Se que grite ¡coño! mas de sorpresa que de otra cosa.

-Baja la cabeza, baja la cabeza, no nos mires..me decían varias voces, aturdiéndome.

Una pistola en la sien, otra en la garganta; uno de ellos insistía en letanía "baja la cabeza, no me veas, baja la cabeza", mientras otro hablaba por radio con uno que estaba afuera y le preguntaba con urgencia

- ¿Se oyó? ¿se oyó algo?

La respuesta fue breve: Nada. Sigue.

De golpe me di cuenta de lo que me estaba ocurriendo y la dimensión del
asunto. No era un arrebatón casual. Había una “operación”.

Por los carros, vi que mi esposo e hija estaban en casa.

Se me instaló un único pensamiento: quería que se fueran.

Despacio levanté las llaves y les dije: llévense el carro...tranquilos.

-No queremos tu carro.

Me quitaron las llaves.

-Vamos a tu casa.

¿Cómo pueden las palabras explicar la mezcla de terror con furia ciega y la desesperada búsqueda de una escapatoria ocurriendo al mismo tiempo en una sola alma?

Pensé gritar. Lo descarté.

Había fiesta en mi calle porque vi los carros afuera, se escuchaba la música y supe que nadie oiría nada.

-A mi casa no vamos les dije.

Serenamente.

-¡No me mires, no me mires!. Ordenaba uno de ellos.

-No te miro, le dije calmándolo yo a el.

-Chamo, llévate el carro y tranquilo, insistí.

-Tu no entiendes ¿ah? ¿No entiendes? Y sentí que me hablaba entredientes, con rabia.

Y para que "entendiera" me pusieron las pistolas bajo la nariz como para que las oliera, me mostraron las balas y los cargadores.

-Son de verdad ¿me oyes?. ¡Míralas!

-Sí, las miro.

Vi que eran de verdad con flema extraña a la situación y a mi carácter. Pero también vi que estaban nerviosos y sentí que era preciso serenarlos.

-Chamo, vengo del cementerio. Mírame ... estoy de luto.

Les explique la muerte de mi amigo. Quería que entendieran que yo no era de temer.

-Estoy mal chamo. Toma el carro. Como convenciéndolos...

Tiempo, tiempo, tiempo... necesito ganar tiempo.

No se porqué, pero no podía llorar.

Estaba dispuesta a convertirme en Scherezade en el sótano. Necesitaba echarles cuentos para distraerlos y ganar ese tiempo...

Les conté de la muerte de mi amigo, les dije que el carro tenía gasolina...
Todos hablábamos a la vez uno sobre otro y yo también.

-Cállate...cállate.

-Dale gracias a Dios que somos de los "buenos".

-Llévate el carro.

-Colabora y no va a pasar nada.

-Vamos a tu casa.

Solo esa última frase me generaba un corrientazo por la columna.

-No. A mi casa no.

Y eché raíces allí...al lado de mi carro.

Mi único pensamiento: A mi casa NO.

Aun no me explico porqué estuvimos tanto tiempo en el sótano.

Yo clavada en el piso y ellos sin emprenderla violentamente conmigo al ver que no me movía. A mi casa no.

Entonces pensé correr y que me dispararan. Eso los haría huir. Simple.

Pero el estacionamiento estaba cerrado. ¡Que ironía!. Estábamos enjaulados ellos y yo. Ninguno tenía salida.

Es curiosa la frialdad con la que uno puede pensar en su propia muerte.
Como en cámara lenta. Podía verme a mi misma ocupando el lugar de mi amigo en la urna que venía de acompañar.

Se me acercaron mas si cabe. Uno de ellos me desprendió la cartera del hombro. Sentí un despojo indescriptible cuando los vi hurgarla.

Me di cuenta de lo privada que es la cartera.

Estaba rodeada con el olor del miedo, el de ellos y el mío, encañonada, enjaulada y la intimidad de mis cosas regadas por el piso. Click! Esa foto de horror está fija en mi mente.

-¿Quien está en tu casa?

En mi cabeza el pensamiento, ese sí, único: A mi casa no.

Y sentí como que me desdoblaba, me vi como en dos planos.

El del hierro en la piel y el del pensamiento frío que corría libre a pesar del miedo y la reja del sótano. Desdoblada como estaba, podía estar allí , sometida, y pensar en otra cosa con una libertad contradictoria. Curiosa sensación.

Empecé a “ver” cosas. Vi que 2 de ellos hablaban muy bien. Que no estaban drogados. Que eran muy jóvenes. Ninguno mayor de 30-35. Que no eran muy altos por el ángulo abierto de sus brazos al apuntarme a la cabeza.

Que incluso su agresividad era, si vale el término, "educada". No decían groserías. Vi que había jerarquías y equipo. Ellos eran los ejecutores y otro daba las órdenes y dirigía. ¿El del radio? ¿cuántos estarían afuera?
Pude ver que aun bajo sus gorras les notaba el pelo rapadito a los lados.

Uno, el que después vi que era completamente pelón, era muy blanco, hacía del “bueno” y actuaba como jefe; el gordito era agresivo e impaciente y el que me pareció mas peligroso en todo el proceso; y el flaco, mas moreno, con un lenguaje menos cultivado, jovencito por la estructura corporal, era el último en la jerarquía, vigilaba y obedecía aunque era el mas nervioso a juzgar por el movimiento constante de sus pies.

-A tu casa, a tu casa. Vamos pa’ tu casa.

-No. A mi casa no.

Yo sabía que estaba en insalvable desventaja,...quizás si me pegaban y se generaba “algo” desistirían de ir a mi casa...Que raro es verse a sí mismo desde ese otro plano frío y lejano...

Ellos repetían, repetían...A tu casa. A tu casa.

Fingí desvanecerme como sugería un correo que leí una vez sobre seguridad. Ja!...el correo no decía qué hacer en un estacionamiento de puerta eléctrica donde estábamos igual de enjaulados víctima y victimarios.

El Pelón me atajó y me dijo rudo:

-Desmáyate que te vas a tener que despertar igual.

Sentí rabia ante la impotencia de estar totalmente a la merced de estos hombres. Coño! Estaba en mi casa...

Mi otro yo pensaba afanoso ¿cómo entraron al sótano?.

Como si me hubiera leído el pensamiento uno de ellos me dijo.

-Tenemos al conserje.

Ahí me faltaron las piernas.

-Por Dios...la niña...no le hagan nada a la niña por favor.

-Ella está bien.

Pero...¿Puede uno creerle cualquier cosa a unos hombres armados apuntándote?

Finalmente decidieron empujarme-sin violencia- hacia el ascensor. Yo arrastraba los pies. No se las ponía fácil.

-¿En que piso vives?

Muda.

-Dime en que piso vives chica.

Muda.

Uno de ellos me quitó un anillo –pero mi arra matrimonial no salía- y otro me desprendió la cadena.

Con una frialdad que me desconocía, le dije:

-Llévate la cadena pero déjame mi cruz, si te la llevas te dará mala suerte.

No era una amenza, era un hecho objetivo.

No le gustó el frío de mi voz porque me dijo áspero: agárrala. Supo que lo que le decía era verdad. La guardé en mi bolsillo.

-Dale, dale, vamos pa’ tu casa.

Volví a enmudecer y a clavarme en el piso.

Y mi atajo gigante de llaves jugaba a mi favor. No atinaban.

Entonces pensé que ocurriera un milagro... ¿Un apagón? ¿un terremoto?...

No sucedió...debe ser que no tuve fe.

No ocurrió nada.

El gordo se puso irritable.

-¿No me vas a decir?...¿te las estás dando de viva? ....Ya vas a ver...
Pensé que venía el golpe pero en su lugar empezó a probar mis llaves.

Ni ocurría el milagro, ni podía alargar el tiempo. Por fín dio con la llave del ascensor y éste se abrió para mi horror. Me metieron de un empujón.

-Por favor, mi esposo es cardiaco.

Molesto. ¿qué edad tiene tu esposo?

-¿Tiene armas?

-¿Quién mas está en tu casa?

-No chico, no. ¿Que vamos a tener armas? Sabía que eso los tranquilizaba.

Y él continuaba probando llaves para ver cual era la de mi piso.

Hasta que dio con ella.

El trayecto de los 4 pisos fue un horror.

Todos hablaban a la vez en susurros rápidos y nerviosos dándome órdenes, amenazándome, mas órdenes. Su aliento en mis orejas.

-No inventes.

-Llama suave a tu marido.

-No vayas a poner la cómica porque te va a salir mal.

-¿Quien mas está en la casa?

-No quieres que le hagamos daño a nadie.

-Si pasa algo es tu culpa...¿oíste? si pasa algo es tu culpa repetía otro...
No sabía el maleante que en mi mente la culpa ya estaba instalada. Me sentía culpable por no haber hecho que me dispararan en el sótano en lugar de estar con ellos ascendiendo a mi casa. Menudo pensamiento...

Y llegamos. Para ellos fue sorpresa que el ascensor llegara directo al apartamento y hubo unos segundos muy alterados.

Mi hija escuchó abrirse el ascensor y saludó despreocupada

-Holaaaaa Ma...

-¿Quién es? ¿Quién es esa?

-¿Dónde está tu marido? La pistola en la nuca apretando.

Mi esposo no estaba en su estudio. Les dije lo obvio: está arriba.

-Llámalo.

-¿Quien está en ese cuarto con luz?.

-Mi hija. Está estudiando, tiene examen...

Me quise morir cuando uno de ellos se fue solo donde estaba mi hija.

-Cállate y colabora me urgía otro.

-Pórtate bien y nadie tendrá hará daño.

El corazón enloquecido en el pecho.

-Llama a tu marido

-Papi...baja, obedecí. Los ojos se me salieron del cuerpo siguiendo al que fue a buscar a mi hija.

-Si te portas bien no le va a pasar nada a nadie.

¿30 segundos?

¿30 minutos?

¿Cuanto dura la eternidad?

-¿Qué pasa Flaca? Dice mi esposo.

-Que bajes. Despacio mi vida.

Por la derecha llega mi hija seguida por uno de ellos con los ojitos desorbitados pero la sangre volvió a fluir por mis venas al verla. Click! La foto del miedo.

Mi hija me lee la mirada y dice "estoy bien". Me pregunta bajito, ¿tu estas bien?"

Nos tomamos de las manos. Apretadas. A sabiendas que la llegada de mi marido sería clave según su reacción.

-Llama a tu marido pues, me urgían en susurros que gritaban. Pero mi marido no bajaba porque estaba viendo el partido.

-Pa...baja por favor.

-¿Qué pasa?...

-Pa...baja...

Debió haber sentido una urgencia distinta en mi llamado y lo escuché acercarse. Bajó las escaleras lo suficiente para encontrarse con que su esposa e hija estaban rodeadas por 3 individuos armados que las apuntaban. El espanto pintado en su rostro. Click! Otra imagen para las pesadillas.

-¿Estás bien? Mirándome a mi. ¿Hija? . Ambas le dijimos que sí.

-Por favor, le dije a todos y a nadie en particular, mi marido es cardíaco.

Mi marido e hija cogieron la seña.

Los primeros 45 minutos de las 4-5 horas que duró el secuestro fueron en mi casa. Solos los 3 con los malandros.

Un martilleo de frases...

-Baja la cabeza

-¿Donde está la caja fuerte?

-Colabora.

Se llevaron a mi esposo con ellos mientras a mi hija y a mi nos sentaron en la sala. Apagaron las luces menos una. Una parte de mi medía cada ruido de cada gaveta lanzada al piso, de cada objeto que caía. La otra agarraba a mi hija. En eso escuché que las voces se elevaban. Mi esposo decía:

-No hay mas nada chamo. Esto es lo que hay...¿tu crees que voy a poner en peligro a mi familia?

Mi hija apretaba mi mano tan duro...tan duro...

El problema es que había poco...materialmente nada para el tamaño de la operación. Y ellos no le creían.

Uno de ellos empezó a subir mas la voz y las cosas sonaban mas duro al caer.

Recé. Rezaba por mi marido, por mi niña...y de pronto sentí el apremio de que, por quien tenía que rezar era por ellos. Para que ellos no se violentaran. Para que el horror del que eran capaces no cruzara la barrera del no retorno...

Si no hubo un milagro en el sótano, por lo menos trajeron a mi esposo con nosotras y nos sentaron juntos. Soy una agnóstica con fe.

Pero mi fe fue puesta a prueba muchas. muchas veces esa noche...
Uno de ellos lo amenazó.

-No te pongas cómico...la semana pasada tuvimos que cortarle un dedo a un señor que no colaboró. ¿Dónde está la caja fuerte?

La amenaza ominosa nos cortaba el aliento.

Mi esposo, mi hija y yo, repetíamos: No hay caja fuerte....en esta casa no hay caja fuerte...

-No chico. No voy a poner en peligro a mi familia, repetía mi esposo.

-Cuando me lleve a tu hija te vas a acordar donde tienes la caja fuerte.

Se nos heló la sangre.

Malditos! Malditos! Mil veces malditos...

En ese instante supe con gélida certeza que soy capaz de matar. Y me obligué a rezar con mas fuerza por ellos....Dios, Dios...no lo permitas...detén esto aquí. Que acabe...

¿Cómo convencerlos que no tenemos caja fuerte...que nada tenemos que guardar en ella...que no usamos joyas...que mi último anillo me lo regaló mi marido cuando nos comprometimos y el país hizo muy claro que las joyas son prendas suicidas en un país de ladrones?

Voltearon mi casa. Gavetas, estantes, closets. Un ultraje impío.

Se comieron todo lo que encontraron. Botaron al suelo papeles igual que ropa o manzanas a medio comer y duraznos que no les parecieron suficientemente dulces. Escogieron cosas para sus novias del closet de mi hija. Descartaron las carteras porque les parecieron “muy grandes”.

Mi casa y nuestras vidas en manos de estos rapaces que nunca se plantearon otra forma de vida que el robo y la agresión. Incapaces de producir nada, ni siquiera miedo sin armas mediante. Rapaces que son lo único que esta revolución (re)produce en gran escala...

Mi casa es bonita. Es bonita porque cada objeto en ella llegó por trabajo y esfuerzo. Cuando se pudo, se compró...se compró poco, pero bueno. Se hizo año a año, durante una vida. Todo invertido en ella. Cuando uno de los malandros preguntó con inquina ¿y cuánto cuesta este apartamento ah?

Esta casa es grande...cuántos millones vale?

Por una fracción de segundo, por una millonésima fracción de segundo, me sentí culpable de mi casa bonita...Pero acto seguido sentí una rabia inmensa. ¡qué carajo! esta casa no me la robé...ni tuve cargo alguno del que me aproveché, ni estuve enchufada en ningún gobierno, ni me arrastré para conseguir prebendas...Mi casa es trabajo, ahorro y esfuerzo de 2 hijos de emigrantes cuyos padres sólo nos pudieron dar educación y principios.

No me la montó un decorador, ni despaché cheques sin reparo. Es mucho más que bonita, es decente. Esa Decencia que se fue del país ...

Y estos **LEA EL DECALOGO DEL FORISTA**, pistola en mano, se atrevieron a preguntar con sonsonete malintencionado cuánto vale mi casa. Juzgando por su condición al resto del mundo.

Se ve que no han asaltado –por ahora- alguna casa de algún revolucionario que pasó de una clase –muy- muy media, a una calle privada en Altamira Norte, donde tiene 3 turnos de escoltas de 12 motorizados -36 personas cuidándolo diariamente- sin contar a los choferes que también son guardaespaldas...

Rabia, rabia, rabia...miedo...impotencia...desesperación...

Mi hija, ajena a mis pensamientos, en su inocencia les dijo: vivimos aquí hace mas de 15 años...Venezuela era otra.

Si no hubiera sido ese escenario de horror en el que nos encontrábamos, me hubiera reído. Lo pienso hoy y me da ternura mi hija...y una tristeza insalvable mi país...Sí ...alguna vez existió otra Venezuela.

Mi esposo les explica que es profesor universitario. A Dios gracias los exámenes de sus alumnos copan su escritorio. No miente. No mentimos.

Se lo llevan de nuevo. Dos de ellos se quedan vigilándonos a mi hija y a mi.

¡Que torta!...en lugar de joyas y dólares, una casa llena de libros... Si...tiene razón Hugo...hay dos tipos de venezolanos, dos tipos irreconciliables porque entendemos por “fortuna” dos cosas diferentes. Para ellos, los ladrones de todo tenor, tiene signo monetario...en mi casa tiene rango espiritual e intelectual. ¿Cómo salvar esa brecha?

Una vez en casa no dejé de hablar. Quería que me miraran a mí, que se concentraran en mi. Seguí echándoles historias para irritación del Gordo que no paraba de mandarme a callar. Mi hija me pellizcaba preocupada. Yo sabía por qué lo hacía.

-Mira chamo, hablándole a uno de ellos...fíjate en los portarretratos...no son de plata. ¿ves?

-¿Quiénes son esas?

-Mis otras hijas.

-Cállate.

-¿Dónde están, cuando vienen? Súbitamente nervioso.

-Tranquilo chamo...No están en Caracas (y silenciosamente hice una plegaria de acción de gracias)

-No tenemos caja fuerte hijo...

-Cállate, me decía el Gordo.

-No hay mas nada...ya tienen lo poco que había.

-Cállate.

-¿Sabes la ironía? Le decía yo al otro, que más de una vez pensamos que si nos asaltaban no tendríamos nada que les importara.

-Cállate.

-¿Sabes? Una vez pensé en comprar una caja fuerte para esconder el teipe, las tijeras , las maquinillas de afeitar y mi cepillo de pelo que eran las cosas que mis hijas de pequeñas me desaparecían.

-¡Que te calles!.

De pronto me acordé que en mi estudio tenía 2000 bs. en efectivo. Dinero que correspondía al pago que nos había hecho mi hija de la cuota de su carro. No se como no lo habían visto.

-Tengo una plata, dije de pronto.

-¿Dónde?

-En mi estudio.

-Vamos...

Uno de ellos vino conmigo poniéndome la pistola en la cabeza y caminando detrás de mi. Al ver la amplísima ventana de mi estudio que da a la calle se asustó y entendí su miedo siguiendo su mirada cuando me dijo:

-No inventes...

¿Creyó que gritaría?...¡que va!...se escuchaba a todo volumen la música de la fiesta del edificio de al lado. Mi voz ni siquiera la escucharía mi vecino de abajo.

Al lado de mi computadora estaba el atajo de bolívares.

Y fui testigo entonces de la insólita materialización de un refrán. El que me cuidaba a mi y el que cuidaba a mi hija, se repartieron entre ellos los 2.000 Bs. sin compartirlo ni informarle al que estaba con mi esposo...y mucho menos con los que desde afuera vigilaban con la radio.

“Ladrón que roba a ladrón, tiene 100 años de perdón” dice el refrán.

Sí. Se robaron entre ellos.

Lo mismo me contó luego mi vecina de piso quien presenció la misma situación en su casa. ¡Los ladrones se robaron entre sí mismos! ¡Que infeliz parodia!.

Pero el refrán se equivoca...No hay tal perdón. Por lo menos no en esta vida. Se me reveló entonces el significado de la jerga policial, esa que dice “muerto por ajuste de cuentas”.

Esos son parte de los muertos de cada fin de semana...ajustes...en un país lleno de ladrones. De muchos tipos de ladrones...que se roban entre sí mientras roban igual al país, que a sus pares. que a sus enemigos.

Ese es el verdadero significado del “Ahora Venezuela es de todos”.
Ladrones robando a ladrones porque “ahora Venezuela es de choros” como bien expresa el graffiti.

Luego de 45 minutos interminables, después de una “consulta” por radio al hombre de afuera y convencidos ya que en mi casa, fuera de alfombras, ropa y muchos, muchos libros, no había otros bienes, uno de ellos dijo

¡Vamonós! ¡párense!.

-¿Adonde?. La voz de mi esposo reflejaba nuestra angustia.

-Vámonos, vámonos...

No se si fue piedad o candidez, pero uno de ellos alivió la angustia al decir

-Los llevamos a la conserjería.

Bajamos en un silencio total. Apretados todos en el pequeño ascensor. Respirando cerquita el mismo aire. Mi esposo y yo envolviendo a la hija.

Y allí estaba el conserje, maniatado, de cara a la pared, y su esposa e hija en el sofá. La niña lloraba quedo. A ella no la amarraron. La madre temblaba ostensiblemente. Creo que todos sentimos el mismo alivio de estar juntos.

Nos abrazamos y procuramos tranquilizarnos mutuamente.

-Ya está pues, ya está...cállense, siéntense...no me miren...

Y entonces nos amarraron.

Con tie wrap plástico. Muy profesional.

Incluso preguntaban si nos apretaba. ¿Cortesía criminal?

Los pies primero y las manos después.

La imagen de mi esposo e hijas atados y sometidos. Click! Otra foto mental para la galería del horror.

Las 3 horas siguientes fueron de una pesadilla que se repetía una y otra y otra vez. Cada vez que algún vecino entraba, la voz por el radio de afuera avisaba:

-Va entrando un “pájaro azul”.

Y comenzaba el interrogatorio.

¿Quién tiene el carro azul?

¿En qué piso vive?

¿A qué se dedica?

¿Cuánta gente vive en ese apartamento?

Le preguntaban al conserje y a nosotros. Contrastaban la información.

-Por favor, dejen a los del 2...son unos viejitos les rogué....

-Cállate.

-¿Quién vive en el 1?

-Un hombre solo. Divorciado.

-¿A qué se dedica el del 3?

-Es ingeniero.

Darles información para pretender que “colaborabas” sin profundizar para dificultarles la tarea. Un equilibrio difícil que los irritaba...y nos agotaba.

Y el horror cobró nuevas dimensiones. El proceso demostró que eran muchos. Una verdadera operación comando.

Los había afuera, abajo en los dos sótanos, en la conserjería con nosotros y luego en cada apartamento.

Así fueron entrando a 5 de los 6 apartamentos conforme fueron llegando.

Uno encargado de vigilar a cada grupo familiar, los que registraban el apartamento, y los que estaban afuera. Robándose entre sí, además de nuestras casas y nuestra paz.

Se oye la estática de la radio que dice:

-Te los mando a la conserjería.

El de la conserjería reposta molesto.

-No, no, no...La pecera está llena. Tenlos allá.

Era tan básico el supuesto lenguaje “en clave”.

¡Claro que estaba llena la conserjería/pecera!. Entre los ladrones, los 3 miembros de la conserjería y los 3 de mi familia, el espacio estaba copado.

Una a una escuchábamos la llegada de nuestros vecinos y uno a uno sabíamos por lo que iban a pasar. Fue como sufrirlo 5 veces....como si una sola fuera poco.

Y pasó lo impensable.

Lo que nadie tenía calculado.

El celular de mi esposo, en el bolsillo de su pantalón, empezó a sonar.

El pánico se nos pintó en la cara a todos. A secuestrados y secuestradores.

Click! Otra imagen mas para las pesadillas.

Se alteraron, hablaron todos a la vez, levantaron a mi esposo molestos.

-¿Por qué tienes el celular ah? ¿Qué te estás creyendo ah? ¿Me querías engañar?. Y el miedo les hacía destilar rabia...y mas miedo.

Mi esposo los tranquilizaba

-No me lo pediste chamo, ni me acordaba que lo tenía en el bolsillo.

-No se lo pidieron, no se lo pidieron, repetíamos mi hija y yo hablando a la vez, tratando de neutralizar el pánico de ellos más que el nuestro.
La niña de la conserje empezó a llorar de nuevo. La madre la abrazaba y sus hombros delataban el llanto. Todos tratábamos de tranquilizarnos a todos. El momento fue de terror crudo.

Pero aun faltaba...

El maleante me muestra el teléfono de mi esposo y me inquiere ¿ quien es Dxxxx?

El piso se me vino a los pies.

-Esa es mi amiga...a la que se le murió el esposo...no le contestes.

Mi cabeza revolvía mil preguntas. ¿Por qué me llamaba mi amiga a esas horas? ¿qué pasó? ¿Cuánto espanto es capaz de procesar el cuerpo humano?

Pero la peor de las pesadillas siempre puede empeorar.

Y lo hizo.

Apenas pasaron 5 minutos cuando sonó el intercomunicador de la conserjería. Y escucho la voz de mi amiga cuando pregunta

-¿La señora Olga está en la casa?

Les pedí, les rogué, les supliqué que no abrieran. Que la ignoraran.
Pero abrieron.

¡Por todos los cielos!....¿qué hacían mis amigas a esa hora en mi casa?
No tenía ningún sentido...jamás había ocurrido. ¿Por qué hoy? ¿por qué en este trance? ¿qué clase de prueba me estaba poniendo Dios?

Lo que sucedió a continuación, sólo puedo reconstruirlo a retazos.

La historia paralela es que esa noche mi esposo y yo habíamos quedado en ir a cenar con nuestros compadres. Todos habíamos coincidido en el cementerio. Cuando no aparecí en la cita, mi comadre llamó a mi amiga Uxxxxx. Pensó que tal vez me habría quedado en el cementerio. Ya llevaba más de hora y media de retraso y ni llamaba para excusarme, ni contestaba.

Mi amiga Uxxxxx, de toda una vida, sabe que mi puntualidad es inglesa, cuasi neurótica y radical. Que “llegar tarde” no está en mis genes.

-Ella se fue hace raaaaato, le dijo.

Extrañada por la llamada de mi comadre, comenta con las otras amigas

-Oigan....¿cuanto retraso tiene Olga en una cita?

-¿3 minutos? dice una.

-Nooooo, dice la otra...ella llega 10 minutos antes, pero jamás se retrasa.

Mosqueadas porque no atendía ni el celular, ni el teléfono de casa y por el rarísimo retraso, decidieron acercarse a mi casa. Una de ellas tenía el número de mi marido. Y esa fue la llamada que entró.

Ahí se empasteló el asunto.

Llegaron a la puerta del edificio, Uxxxx se quedó en el carro, Dxxxxx se bajó y aprovechó la luz para leer unos mensajes en su teléfono en la entrada exterior y la otra entró por la puerta que abrieron desde la conserjería.
A ésta la agarraron y su grito alertó a la que estaba en la entrada.

-¡Vámonos, vámonos, es un secuestro! dijo Dxxxx mientras entraba en el carro de Uxxxx con el terror pintado en el rostro.

A la conserjería a oscuras, metieron a mi amiga Oxxxx a empellones,.

No pude evitar decirle absolutamente incrédula ¡¿Qué coño haces aquí?!

Simultáneamente metían en la conserjería al último vecino con sus hijas pequeñas, una de las cuales no paraba de preguntar ¿Qué pasa? ¿Qué pasa? Y a quien no había forma de callar.

Los nervios estaban de a toque. Los de todos.

Mi puntualidad había enredado la operación de manera inesperada trayendo personajes que no estaban contemplados, ni podían controlar.

Los mensajes entre ellos se sucedían a millón y atropelladamente. Gesticulaban, caminaban de prisa.

-Trae las motos. Urgía uno de ellos al del radio. Y noté que hablaba en plural.

-¿’tas loco? No podemos llevar ese maletín en la moto, es sospechoso, decía otro.

-En la camioneta, en la camioneta...

¡Dios mío! ¿Cuántos eran? Trataba de sacar una acelerada cuenta mental.

-Apúrate.

-Bajen la cabeza

-Diles que se vengan, decía uno de ellos a alguien que apareció en la puerta y que a decir de mi hija, era una mujer.

Pasos apurados, carreras, voces en susurros, la estática del radio. Todo a la vez.

-No se muevan, miren al piso,...

La niña del vecino que no paraba de preguntar ¿por qué me tengo que callar?, la otra niña lloraba, miradas que nos cruzábamos por lo bajo, mi hija tratando de tranquilizar a las niñas pequeñas, mi esposo tenso como la cuerda de un violín. Amarrados. Demasiada gente en poco espacio.

Demasiados miedos juntándose en el aire en mezcla tóxica. Viendo que la situación estaba a un tris de convertirse en inútil tragedia.

De pronto se hizo el silencio. Cesó el movimiento.

-¿Estamos solos?

Transcurrieron unos minutos y nos empezamos a parar.

Mis amarras estaban flojas. Empezamos a desatarnos. ¿se fueron?

¡Que cosa es el miedo!

Mi hija decía “mami por favor siéntate, siéntate”

El conserje no quería que prendiera la luz.

-¿Y si nos están pillando?

-Se fueron

-¿Se fueron?

-No sabemos ¿y si están ahí?

Hasta que finalmente entendimos que se habían ido.

Nos terminamos de desatar. Nos abrazamos.

Resulta tan difícil aceptar y creer cuando el cautiverio llega a su fin...

Llegó la Policía de Chacao que había llamado mi amiga.

De hecho se cruzaron en la calle con los ladrones.

Agradezco al cielo que no llegaran antes...el procedimiento, o mas bien, la falta de él, nos reveló una policía muy frágil. Y me sentí tan, pero tan expuesta...

Ese fue el fin del secuestro... Pero no del miedo.

Todavía, mes y medio después, estamos esperando que la Disip responda la llamada que le hiciera PoliChacao aquella noche. Si, yo se que no es la DISIP sino el CICPC...pero la revolución ha demostrado que cambia siglas sólo para dar nuevos contratos de papelería y nuevo tema para el Aló Presidente...lo que no hace es convertir los títulos en las acciones que anuncia.

Grandes titulares reseñan que mataron a un coronel en un Secuestro Express. Leo también, y la frase me llamó la atención, que destacarán “a sus mejores hombres” en la investigación. ¿Hay tal cosa como “mejores hombres”? ¿qué hay que hacer o mas bien “ser” para merecerlos?...En Margarita mataron a un juez y a 3 mas en un hotel y las declaraciones son similares. Confirmado...hay dos clases de venezolanos. Unos cuentan y otros no. Unos merecen a los mejores hombres.

Los 9.000 muertos de este año, no.

Los 142.000 que se acumulan en los últimos 10, tampoco.

El miedo, eso es lo único en lo que nos iguala la revolución a los 26.000.000 de venezolanos.

Esta hórrida experiencia me obliga a compartir unas cuantas moralejas para distintos destinatarios.

Para potenciales víctimas, decentes, indecentes o ni-nis

1.-Revise y extreme las medidas de seguridad de su casa, con sus amigos y con sus vecinos. Ninguna –ninguna- precaución es excesiva. Y no hay “sitios salvos”. Se lo digo yo...

2.-Sea puntual. No se ria, hablo en serio. Su retraso será indicativo para los suyos de que “algo” no anda bien...

Epílogo en gotas:

1.-Los secuestradores están equivocando su “target”. Los reales en efectivo no los tiene el ciudadano común. Ese paga con tarjeta. A crédito. Los que tienen a mano grandes montos, billete sobre billete –para no dejar rastro de sus gastos-, son otros, todos sabemos quienes son...o se puede averiguar rapidito: basta con ir a un restaurante o al Sambil y pillar quienes pagan las cuentas gruesas en “cash”.

2.-Esos son los mismos que tienen dólares en cantidades “rentables” para operaciones comando como la de mi casa, porque el ciudadano común depende de Cadivi y sus cupos. Hay otros bastante notorios –Antonini no es el único- que no tienen que pasar por los rigores ni del Seniat ni de Cadivi.

El “maletinazo” es una práctica avalada por la Comisión Nacional de Ladrones.

3.-En cuanto a las joyas, olvídenlo. Los vecinos comunes usamos fantasías y nos desprendimos -sin pesares- de cualquier prenda hace mucho ya. Ninguna vale la Vida.

4.-Por último, los únicos negocios que se hacen en efectivo son los ilícitos, así que es de esperar que en breve veamos que las víctimas sean esos nuevos ricos que exhiben fortunas inexplicables. Además, como quedó ampliamente demostrado que ladrón roba a ladrón...lo del perdón ya lo resolverán entre ellos. Perdón!, quise decir “ajustarán”...

Gracias a la Disip por su interés y sus “mejores hombres” dedicados al esclarecer el asalto de un (1) coronel, y por poner en lista de espera a un edificio completo y a un país entero...a los 9.000 muertos de este año, y a los 142.000 del decenio revolucionario. Apenas hace un mes y medio que los llamamos. Se nos acabaron las sodas esperándolos...pero todavía tengo Pepsi...

OlgaK

PD a mis amigos: panitas, mantengo mi número celular, pero no tenía respaldo de mis teléfonos. Así que mándenme el suyo ¿si? y díganme quienes son para reconstruir mi libreta. Es la menor de mis pesadillas...pero pesadilla al fin.

10 septiembre de 2009

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