sábado, 27 de marzo de 2010

Artículo que le dolió al Régimen venezolano por decirle una verdad

Previsibles

Artículo publicado en el Diario El Nacional (Caracas) el 21/03/2010

Tulio Hernández


Con el tiempo, la logia militar con apoyo civil que desde hace once años gobierna a Venezuela se ha tornado absolutamente predecible. Especialmente cuando se trata de responder a las críticas, cuestionamientos, denuncias o averiguaciones que suelen hacérsele desde los más diversos frentes.

No importa de quién vengan, la respuesta es siempre la misma: "Se trata de una patraña de la CIA, el imperio y las oligarquías". Tampoco cuál sea el tema. Suponga que un economista afirme que ha sido un error del Gobierno insistir en mantener una economía rentista y monoproductora y verá de inmediato a un vocero oficialista responder que la declaración forma parte de un "plan mediático" y de una "campaña del imperio contra la revolución".

Porque para la lógica autoritaria sobre la cual se ha erigido el proyecto bolivariano, el reconocimiento del error propio, la equivocación grupal, la falla humana, es inexistente e inaceptable; ninguna crítica a su proyecto es legítima ni puede provenir de un acto de soberanía personal o de un ejercicio intelectual de reflexión comprometida.

Por eso, al momento de defenderse, todos los voceros oficialistas dicen siempre más o menos lo mismo. Como si se guiaran por un manual que pareciera sostener que el primer deber de un "revolucionario" es no discutir las ideas de sus críticos. Sus contenidos.

Su primera respuesta debe ser intentar demoler moralmente al otro, embadurnando prestigios, repartiendo epítetos, denigrando a oponentes.

Por eso su Presidente es el rey del adjetivo. Antes que intentar demostrar que su gobierno no colabora con la ETA y las FARC, el desesperado jefe del Estado va directo a la yugular de quien le acusa despachando el tema con el argumento de que el juez Velasco "es un hombre de derecha". Sin preocuparse por demostrar si ha interferido o no en la elecciones peruanas, se lanza contra Alan García gritando que es "un bastardo". Sin molestarse en debatir la crítica a la manera como se coarta la democracia en el PSUV, salta violentamente contra Henri Falcón y le acusa de "desertor".

Sus seguidores hacen exactamente lo mismo. Es, por ejemplo, lo que hemos visto en estas dos últimas semanas, cuando un grupo de voceros oficiales encabezados por José Vicente Rangel ha iniciado una campaña de opinión para difundir la idea de que los intelectuales venezolanos de oposición destilan odio visceral contra Chávez y su gobierno.

Es la respuesta que han encontrado para contraatacar el contenido de un foro, realizado el 4 de marzo en el Ateneo de Caracas con el título "La gestión cultural bolivariana: una década de fracaso", en el cual se debatió, con argumentos, lo que se ha hecho o dejado de hacer en estos años de gobierno en el campo de las políticas culturales del Estado venezolano.

Lamentablemente, en este mismo diario, la periodista Michelle Rodríguez escribió una reseña del foro con el título muy subjetivo de "Los intelectuales buscan el insecticida contra el chavismo" (06/03/2010). Lamentablemente, digo, porque aunque la reseña es veraz, el título no refleja el espíritu de lo que allí ocurrió ni el contenido de las intervenciones de Guillermo Barrios, Sandra Pinardi, Leonardo Azparren y el autor de estas líneas, y ha sido utilizado como pretexto por el oficialismo para no debatir lo que se aseveró aquella noche y se han concentrado en la idea de que los ponentes proponíamos algo así como la extinción física de los intelectuales oficialistas.

Nada más lejos de la verdad.

El núcleo central de lo debatido en ese foro puede sintetizarse en la argumentación de que la gestión cultural bolivariana es, primero, un gran fracaso; segundo, una descomunal improvisación; tercero, un engaño a los sectores populares, pues, en su nombre, han convertido la institucionalidad cultural del Estado en un aparato proselitista del proyecto rojo; y, por último, en un espacio de la censura, la discriminación ideológica, el personalismo y el abuso de poder.

Sobre esos puntos los voceros oficiales no han dicho nada. Han acusado a los ponentes de derechistas disimulados, tarifados, empleados de la oligarquía, falsos expertos y odiadores de profesión. Pero han evadido el debate propuesto. ¿Qué tal si abandonan por un rato el manual e iniciamos un debate, en el que ustedes digan algo, con más argumentos y razonamientos y menos adjetivos?

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