miércoles, 11 de noviembre de 2009

Anónimo venezolano. Una cruda realidad social y el pensamiento del exiliado para siempre.

Viví en Caracas durante dieciséis años. Caí preso en las marchas estudiantiles del año 2007 a favor de la libertad de expresión, fui víctima de un secuestro express y meses después víctima de treinta motorizados, los cuales, además de darme una golpiza, destruyeron mi auto. Después de estos hechos desconcertantes, decidí tomar un avión sin boleto de regreso.
Ahora trabajo en un bar en un lugar perdido de Europa, día a día, sin descanso..
La gente que pasa me pregunta si extraño a mi país y si algún día volveré. A todos les respondo que NO, que nunca más.

Ante esta dura afirmación, muchos se entristecen y me dicen que soy demasiado joven para sentenciar tal cosa. Tomando el consejo que me dan, intento despistar mi adversidad y me pregunto: "¿amo a mi país?".

La única respuesta es un "¿Por qué debería?".

Retomo apuntes mentales y me pongo a pensar en mi infancia y mi adolescencia, en los hechos de mi vida allá y me doy cuenta de que no, de que no lo extraño en lo más mínimo y no volvería con o sin el actual gobierno.
¿Por qué?
Mi país me enseñó que quien trabaja, sueña y se esfuerza, termina mal: la idiosincrasia del venezolano está basada en la picardía.

Es alabado aquel que se comporta como un oportunista y el honrado que se esfuerza, es descaradamente rechazado.

Mi país me enseñó que la vida de ningún hombre vale nada: en las calles matan semanalmente un centenar de personas, en el este y el oeste de la capital, con impunidad total, sin estar en guerra, sin justificaciones razonables.

Mi país me puso una pistola tres veces en la cabeza y tres veces tuve la certeza de que moriría, entregándome a ella, sintiéndome en el absurdo de que moriría como un perro porque así morimos los venezolanos.

Mi país me enseñó que es peligroso tener un automóvil propio, vestirse bien o hablar educadamente, con un acento diferente: cualquier excusa es buena para robarte o secuestrarte o matarte..

Soy el hijo de un italiano y una venezolana de izquierda. Me enseñaron valores socialistas desde pequeño. Más que catalogarlos en una ideología, debería llamarlos humanos. Valores congruentes al humanismo, como que todos deberíamos tener las mismas oportunidades, los mismos derechos.

Como que todos deberíamos tener la posibilidad de ascender, porque no es culpa del individuo sino del sistema que está podrido.

Mis padres me enseñaron que no todos somos iguales, pero todos, de donde sea que vengamos, cual sea nuestra educación, valemos lo mismo y eso debe respetarse para poder vivir en armonía y progresar.

Eso me enseñaron en casa pero mi país me hizo racista y clasista, al punto de que veía un negro mal vestido y con jerga callejera y le tenía miedo, desconfianza..

Por lo mismo que parte de la idiosincrasia venezolana, me hizo sentir que todo aquel que era pobre, era un posible criminal.

Trabajando como mesonero en Europa, gano como debería ganar un profesor allá (no como gana).

Y no tanto lo que gano sino el poder adquisitivo que existe: un sueldo mínimo me ayuda a vivir en una habitación con servicios pagos y comer bien durante un mes, cosa que allá sería imposible haciendo el mismo trabajo.

Un estudiante de clase media aquí tiene una vida digna, con un transporte público que se conecta con toda la ciudad, precios favorables en ropa, comida y materiales de estudio. Cosas tan precisas para el bienestar del Hombre, en mi país ya ni siquiera se proponen.

Es impresionante.

Una clase social dividida en extraños estratos: la pobre, que vive en los barrios; la media, que va en extinción y gasta dinero en cosas desproporcionadas e innecesarias, como ir a lugares de moda a no hacer nada; la rica, que sobrevive a los ataques actuales del comunismo; y la nueva rica, que acelera su enriquecimiento por parte de los dirigentes del gobierno.

Se han perdido valores necesarios, como leer un buen libro, viajar por conocer, luchar porque las cosas cambien.

Por eso no tenemos ni tendremos nunca un Nobel escritor. No tenemos bases suficientes a nivel educativo ni de valor humano.

Pero la cosa que no le perdonaré nunca a Venezuela es que me enseñó a tener miedo.

Miedo de salir a la calle de noche, de ir caminando a comprar cualquier cosa. Miedo de reprender a dos ladrones que roban a una muchacha a plena luz del día. Miedo a volver todas las noches de la universidad a mi casa porque, entrando, podrían secuestrarme o asesinarme para llevarse el auto. Todo ese miedo que me enseñó mi país, lo convertí en rabia.

Una rabia amarga e insoportable que me hace no querer volver nunca más.

Una rabia donde metí mis militancias políticas donde creía que un mundo mejor era posible, donde guardé mis sueños de vivir de playa y ciudad a veinte minutos de distancia, donde dejé solo el cariño hacia mis conciudadanos.

Una rabia que me hizo cínico ante cualquier idealismo joven e inocente.

Un cinismo que me rompió la imagen del Che, me rompió el sentido de las canciones de Lennon, las de Silvio Rodríguez, las de la Primavera de Praga, las de las fuerzas Aliadas haciendo Jaque Mate a Hitler, el valor de las Madres de Plaza de Mayo, el rostro de Rómulo Betancourt llevándonos a la democratización, el sentido de mi amado Bolívar y rompió la fuerza de Francisco de Miranda y las ideas del Ilustrismo.

Mi país acabó con cualquier decencia, con cualquier pedazo bueno que tiene la juventud, ocasionando un vacío ridículo y un cinismo aún mucho más grande.

Estoy seguro que las cosas allá no cambiarán ahora ni nunca. Estaban mal antes de este gobierno.

Empeoraron demasiado, pero ahora se empeñan en echar culpas después de 10 años!!! de poder total y descomunales ingresos... no les interesa resolver nada, sólo destruir.

Después de esto (suponiendo que exista un después), habrá cada vez más caos.

Nuestros dirigentes gobierno y oposición parten del principio de la picardía y lo que buscan es dinero y protagonismos.

Ninguno tiene bolas para dejar la piel en el asfalto porque ninguno realmente quiere una República. Aquellos valores de pureza, honor y verdad, están menospreciados. Por eso nuestros militares reciben dinero y cumplen órdenes sin chistar. El gobierno cierra radios y medios de comunicación atentando contra la libertad de expresión para que nadie se entere de la cruda y triste realidad.

La culpa no está sólo en ese ignorante que nos comanda sino en las bases que parten de un mal principio de nuestra equivocada sociedad. Nada de esto lo digo para crear un debate ni para intentar que me cambien la visión.

No lo digo para que me cataloguen en una izquierda o en una derecha.

Lo digo como alguien que ahora es externo y que no le interesa en lo más mínimo lo que ocurra. Dejé que me interesara hace tiempo, sin quererlo. Entonces no, no extraño ni extrañaré nunca aquel caos injusto de donde vengo.

5 comentarios:

  1. Si no te interesaria tu no tuvieras tan triste.
    Te fuistes, es tu derecho, escogiste el camino facil, otros se quedaron para luchar, es la diferencia entre los resistentes de la 2a guerra mundial y los que esperaron pasivos que todo acabara.

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  2. ¿Pero que lucha sourceau? Porque la lucha que se vive aqui es pasiva:

    Aqui lo que hay son acciones de calle que se esfuman por falta de líderes políticos verdaderos que decidan tomar las riendas del asunto cuando la gente mas los necesita. Aqui lo que hay son huelgas de hambre desestimadas por el gobierno y las organizaciones internacionales a quienes van dirigidas. Aqui lo que hay es gente que no conoce que las herramientas para defenderse ante regimenes asi están en su propia constitución (Art. 333 y Art. 350) o que se niegan a hacerlo para no perder la poca comodidan con la que viven ¿Entonces de que lucha hablas? La gente no sabe donde está parada y se niega a salir de sus burbujas "seguras" porque eso es lo único que conocen y se niegan a perderlo, a pesar de que cada segundo que pasa, sucede

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  3. Leo esto que asumo encontraste por ahí y de verdad me pone los pelos de punta. Y es así porque justamente ese miedo que el autor acusa, es el miedo colectivo que el país resiente, y lo hace cada vez que cierra una calle residencial para poner una alcabala porque los malandros ya secuestraron a más de uno, o se robaron un carro a punta de pistola.

    El venezolano tiene tanto miedo que las casas parecen fuertes, que en vez de estar adornadas y embellecidas exteriormente, son apuntaladas con muros gigantescos coronadas con alambres de púas o cercos eléctricos.

    Los edificios de residencias hoy por hoy están custodiados por vigilantes, que da la cruel realidad, a veces terminan siendo criminales (un caso vergonzoso fue muy cerca de donde vive mi madre donde un vigilante violó y asesinó a una mujer y sus dos hijas adolescentes).

    Estamos tan podridos de miedo que los carros de nuestras calles están forrados con papel ahumado para evitar que se vea el interior del vehículo, no vaya a ser que por envidia o mala suerte le peguen un tiro a uno o le rompan el vidrio para robarse un celular que no cuesta la ventana rota.

    Vivimos en un país donde la violencia es costumbre al punto que, sin ser exagerado, de noche escuchamos disparos por doquier y no nos inmutamos, lo consideramos normal y hasta echamos un chiste de eso (seguramente mataron una lacra). Y si, nos volvimos clasistas, en una sociedad donde cada "clase" se justifica y desmerece al resto.

    Somos un país hundido en la cobardía y el miedo, pero sobretodo en la violencia. Un país insólito donde un presidente prohíbe la venta de videojuegos violentos, pero es que ninguna tienda los vende porque sólo los hay "quemaitos" (piratas). Pero a pesar de ese decreto, el presidente aplaude cuando ve desfilar a carricitos de 13 años con un fusil al hombro. Tamaña hipocrecía.

    Hemos llegado al punto de olvidar que el propósito de la fuerza armada es la guerra. Es su PRINCIPAL propósito. Pero acá, los soldados venden pollos y los generales se forran en dinero. Nuestros coroneles, mayores y generales son regordetes por tanto Whisky que consumen. Y sus casas son dignas joyas de la corrupción endémica.

    Somos un país con dinero pero sin riqueza. Tenemos mafiosos en vez de sociedad de capitales. Tenemos más muertos que la guerra de iraq y Afghanistan juntos sin estar en guerra. Tenemos además un gobierno que se dice humanistas pero pisa y destroza todos los derechos humanos cuando se alza la voz en su contra, tan sólo para quejarse por las fallas que destila a borbotones.

    Estamos jodidos. El problema es que pareciera gustarnos.

    Por cierto, gracias por tu comentario.

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  4. Quédate allá, ni falta que haces, en serio.

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  5. Esto fue un artículo de esos que ponen a rodar por email, que me llegó como parte de una cadena de esas que ruedan sin saber quien es el autor inicial, por ello le he puesto Anónimo. Supongo que es de un venezolano.
    Yo lo quise poner aqui para que pudieran observar lo que piensan algunas personas que se han ido del país, valiosas como tod@s, y otras que quisieran hacerlo pero que por muchas razones, todas válidas y con respeto, no han tomado la decisión.
    Lo que no debemos es desmerecer, insultar, terminar de apartar al que se ha ido del país. Esa si es decisión menos acertada. Debemos mantenerlos siempre cerca para que luego que el desenlace llevara a Venezuela por mejor rumbo, puedan regresar y sentirse satisfechos que al irse tambien hicieron su labor.
    No crean que la diáspora de profesionales no afecta al país. Por supuesto, lo enlentece, lo hace mas vulnerable, dejan de prestarse servicios y los que lo hacen son menos eficientes, la creación y la profesionalización a futuro es menor. Con cada profesional que se va hace que el país vaya a peor y de ahí el régimen y al pueblo que lo apoya. Así que son formas de lucha igual de efectivas que las de quedarse.
    Los que no tienen perdón son los que se quedan en Venezuela de brazos cruzados, bebiendo cerveza y saliendo a la playita, pudiendo protestar, votar o ayudando a la resistencia a quebrar las bases. Cualquier ayuda es un grano de arena que hace una inmensidad.

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